El ser humano se muestra como un ente paradójico, quiere convertirse en uno u otro sujeto, pero a la vez no quiere ser descubierto como tal; piensa de "x" forma y actúa de "z" manera; busca lo que en momentos no es lo propio y se apropia de momentos no buscados.
En este mundo de contradicciones, la educación se convierte en una pieza fundamental. Una herramienta que posibilita la expresión del ser, en la medida en que el sujeto cognoscente se revela a sí mismo como facultativamente constructor de su modo de ser, que en el campo de la educación hace referencia a ser un estudiante para la vida, un investigador donde el universo es el gran interrogante, un amante de la verdad que apuesta por presentar a sus congéneres la esencia de lo verdadero. Además, tiene plena conciencia del uso de su razón como arma de transformación personal y social, donde la pasión, el deseo, la imaginación y los sentimientos despiertan las inquietudes intelectuales de este agente de razón volitiva.
Desde esta perspectiva se es pregunta y respuesta en el acto concreto que humaniza la existencia del sujeto histórico. Este proceso de humanización se construye desde las aulas de clase, los pasillos de escuela, las calles que transita, los corredores mercantilizados de los centros comerciales que visita, así como los espacios del hogar en que se desenvuelve. Se trata de ser lo que se es, razón volitiva, frente a la provocadora exigencia de las circunstancias.